Boletín Informativo de la Comisión
de Geoespeleología, Federación Espeleológica
de América Latina y el Caribe (FEALC).
Esta publicación es de carácter informal y no
arbitrado, preparado con el único objetivo de divulgar
rápidamente las actividades geoespeleológicas
en la región de la FEALC. Sólo se difunde por
vía de correo electrónico. Es de libre copia y
difusión y explícitamente se solicita a quienes
lo reciban que a su vez lo reenvíen a otros posibles
interesados, o lo incluyan es páginas web. Todos los
números anteriores están disponibles. Igualmente
se pide que obtengan copias en papel para las bibliotecas de
sus instituciones. Se solicitan contribuciones de cualquier
tipo y extensión para su divulgación.
Geospeleology Commission Newsletter,
Speleological Federation of Latin America and the Caribbean
FEALC).
This publication is informal and not peer reviewed. Its only
objective is to quickly disseminate the geoespeleological activities
in the FEALC region. It is only distributed by electronic mail.
It can be copied freelye and explicitly we ask to those who
receive it to forward to other interested parties or to include
it in Web pages. All the previous issues are available. It is
strongly recommended that you obtain a paper copy for the library
of your institution. Contributions of any type and extension
are welcomed.
Índice
Características del ambiente hipogeo.
Carlos GALÁN
|
2-9 |
CARACTERÍSTICAS DEL AMBIENTE HIPOGEO
Carlos GALÁN
www.aranzadi-sciences.org e-mail: cegalham@yahoo.es
Tomado de http://www.aranzadi-zientziak.org/karstologia/articulos/01ambiente_hipogeo.htm
Las principales características del ambiente
en la zona profunda de las cuevas ("deep cave environment")
incluyen: perpetua oscuridad total; elevada humedad relativa;
compleja red tridimensional de espacios; conductos y
galerías de muy diversos tamaños; en ocasiones elevadas
concentraciones de dióxido de carbono y otras mezclas de
gases, incluyendo gases letales; bajo contenido de oxígeno
disuelto en las aguas, pudiendo quedar éstas estancadas,
aisladas periódicamente del drenaje normal, mientras que
en otras ocasiones las galerías y espacios aéreos
quedan
inundados por crecidas que las anegan completamente; extensos
sustratos rocosos, húmedos y con superficies verticales
resbaladizas; fuentes de alimento generalmente escasas y desigualmente
distribuidas, con ausencia de organismos fotosintetizadores y
materiales vegetales verdes, y con predominio de detritos de materia
orgánica introducidos por percolación e inundación,
junto con restos de troglóxenos.
1. Recursos tróficos en el hábitat
subterráneo
Los principales recursos tróficos
en cuevas son materiales orgánicos transportados por el
agua y la gravedad
desde los ecosistemas de superficie, generalmente bajo la forma
de detritos. Estos fundamentalmente ingresan al
hábitat subterráneo transportados por las aguas
de infiltración, bien sea en forma difusa (percolación
a través de toda la superficie) o concentrada (ríos
epígeos que ingresan a través de sumideros y aportan
numerosos depósitos de crecida). La fauna troglóxena
en su conjunto constituye así mismo un aporte de materia
orgánica para cavernícolas especializados, no sólo
los organismos vivos sino también sus cadáveres
y sus producciones. A ello puede agregarse una fuente interna
de energía proveniente de la síntesis de bacterias
quimioautótrofas, principalmente Ferrobacteria, Thiobacteria
y bacterias nitrificantes que viven en la arcilla (GOUNOT, 1967),
que en ocasiones puede ser importante (SARBU, 1990). Estas bacterias
autótrofas poseen la capacidad de sintetizar vitaminas,
oligoelementos y factores de crecimiento; los animales han perdido
esta capacidad y ante la ausencia de plantas verdes en el medio
hipógeo estas sustancias son aportadas por bacterias y
hongos. Las Thiobacteria pueden sintetizar rivoflavina, pyridoxina,
vitamina B12, ácido nicotínico, ácido pantotheico;
los Actinomycetes pueden sintetizar carotenos (FISCHER, 1959;
GOUNOT, 1960; VANDEL, 1965). En zona tropical puede agregarse
un limitado aporte de raíces de plantas que penetran a
través de fisuras en busca de agua y que eventualmente
pueden alcanzar galerías subterráneas a poca profundidad;
este aporte puede ser más importante en cuevas lávicas,
ya que las coladas de lava se extienden superficialmente (HOWARTH,
1983; GALAN, 1986).
El hábitat subterráneo
ocupa un volumen tridimensional y los límites con los ecosistemas
de superficie no sólo son horizontales sino principalmente
verticales. Tanto en áreas kársticas como volcánicas,
una considerable cantidad de energía bajo la forma de materia
orgánica está continuamente siendo sustraida de
superficie e ingresada a la red de vacíos del hábitat
subterráneo.
2. Atmósfera subterránea
Aunque la atmósfera subterránea
mantiene unas condiciones climáticas relativamente constantes,
puede existir
una marcada variabilidad en los parámetros meteorológicos
según se trate de zonas bien ventiladas (con importante
intercambio y renovación de aire) o de zonas confinadas
(con un régimen de aire estancado). Esto depende en gran
medida del tamaño de los conductos, del patrón de
la red de galerías de la cueva, del carácter y extensión
de la interacción entre las atmósferas exterior
e interior, y de las características del sistema hidrogeológico
de drenaje.
2.1. Temperatura y humedad relativa
En la atmósfera subterránea
las diferencias de temperatura y humedad relativa pueden alcanzar
5-6ºC y 30% de humedad relativa en galerías y cuevas
ventiladas, pero generalmente son mucho menores en la zona profunda,
pequeños espacios y en cuevas con restringido intercambio
de aire. En estos casos, el régimen es isotérmico,
con temperatura prácticamente constante y equivalente a
la temperatura media anual de la región en donde se ubica
la cavidad, y con humedad relativa de 100% y frecuentes casos
de sobresaturación y condensación. Este régimen
puede ser influido por variaciones en la temperatura del agua,
normalmente con valores inferiores en 1-2ºC a la temperatura
del aire.
La mayoría de los troglobios
habita en mesocavernas y pequeños espacios vecinos a éstas,
donde predomina un régimen de aire estancado o calmo, con
elevada humedad. Este hábitat, de pequeñas galerías
y pasajes (diámetros de 1 mm a 20 cm), es menos aireado
que las macrocavernas (diámetros mayores de 20 cm -hasta
varios metros-) y constituye un ambiente adverso, con elevadas
concentraciones de dióxido de carbono y otras mezclas de
gases provenientes de la disolución de la caliza y de la
descomposición de la materia orgánica. Este es un
importante factor que sin duda interviene en la biología
de las especies cavernícolas.
Diversos autores han señalado
el predominio de troglobios en pequeños espacios y en la
zona profunda con aire en calma (JUBERTHIE, 1983; UENO, 1987;
OROMI et al., 1991; GALAN, 1993; HOWARTH, 1993). Este ambiente
constituye el hábitat de los cavernícolas estrictos.
No obstante, algunos individuos de especies troglobias ocasionalmente
son hallados en pasajes más aireados, siempre que la humedad
relativa sea elevada y que parte de ésta esté presente
bajo la forma de películas de agua sobre la roca y espeleotemas
(GALAN, 1993; HOWARTH, 1993). La mayoría de los cavernícolas
facultativos, en cambio, son hallados en galerías más
aireadas.
2.2. Dióxido de carbono (CO2)
En la zona profunda de las cuevas la concentración
del dióxido de carbono es más elevada que en galerías
ventiladas, debido al menor intercambio de aire, y la concentración
de CO2 puede alcanzar valores del 10% en volumen o incluso superiores.
Este incremento en la concentración de CO2 es un proceso
normal y ampliamente extendido en la zona vadosa del karst y es
un resultado simple de la disolución de la roca caliza
por las aguas de infiltración; el CO2 en exceso aporta
su agresividad a las aguas de infiltración para proseguir
la disolución de la roca en la zona saturada del karst
("zona freática" de los autores anglosajones)
(GALAN, 1991). Las altas concentraciones de CO2 también
se presentan en otras litologías (Ver p.ej. HOWARTH &
STONE, 1990).
La concentración de CO2 y otros gases puede
ser mucho mayor localmente, en zonas poco ventiladas y con rellenos
de materia orgánica. Casos de condiciones anóxicas
han sido reportados en la zona terminal de la cueva Coy-coy de
Acurigua y cueva-haitón de Sabana Grande (Edo. Falcón,
Venezuela) (GALAN & LAGARDE, 1987) y en cuevas de la región
de Januaria e Itacarambí (Minas Gerais, Brasil) (GALAN,
1995). Muchos otros autores han reportado casos similares en la
literatura espeleológica. El CO2 proviene de la descomposición
de materiales vegetales aportados por las crecidas o de la fermentación
de materia orgánica contenida en el limo y sedimentos de
zonas bajas de galerías hidrológicamente activas.
La fermentación de depósitos de guano de quirópteros,
que suelen constituir un importante relleno en cuevas tropicales,
normalmente libera amoníaco y gases nitrogenados, además
de CO2. En lugares donde la concentración de murciélagos
es elevada (varios miles a decenas de miles de individuos), el
calor liberado por sus cuerpos eleva la temperatura del aire en
varios grados, generando zonas y puntos "calientes",
como es común en muchas "cuevas calientes" de
Cuba y costa norte de Venezuela. El "guano" de guácharos
(Steatornis caripensis), pese a formar depósitos aún
más extensos, es depositado en galerías amplias
bien ventiladas, por lo que raramente enrarece la atmósfera
subterránea. Este sustrato es fundamentalmente un residuo
vegetal formado por semillas de lauráceas, burseráceas
y palmas, siendo rico en fósforo, nitrógeno y materia
orgánica, y su pH decrece con la profundidad, albergando
una artropofauna abundante en la superficie (HERRERA, 1995).
2.3. Radioactividad natural
Las principales rocas karstificables
(caliza, dolomita, yeso) pueden contener pequeñas cantidades
dispersas de
uranio y torio. Uno de los miembros de la serie de desintegración
del uranio, el gas radón, es capaz de difundirse en el
interior de las cavernas a una tasa considerable, y la atmósfera
subterránea puede contener altas concentraciones en comparación
con la atmósfera externa.
Si bien pueden existir diferencias
en la tasa de emanación de radón, principalmente
las concentraciones de radón
son altamente dependientes del flujo de aire y, por lo tanto,
de su renovación en la caverna o parte de ésta.
Las más altas concentraciones son alcanzadas invariablemente
en las zonas profundas o más pobremente ventiladas.
Estudios recientes han mostrado
la existencia de altas (y variables) concentraciones de radón
en el aire de las cuevas. KLIMCHOUK & NASEDKIN (1992) reportan
concentraciones de 5.82-68.11 kBq/m3 en cuevas de Ucrania y Rusia.
TEIXEIRA et al. (1991) obtiene valores de 5-45 kBq/m3 para cuevas
de Portugal. AHLSTRAND (1980) y HILL (1987) reportan valores de
hasta 3.7 kBq/m3 en cuevas relativamente bien ventiladas de New
Mexico y Texas (USA). SAJO-BOHUS et al. (1995) han reportado valores
de hasta 80,1 kBq/m3 en cuevas de Venezuela, incluyendo cuevas
turísticas como la conocida Cueva del Guácharo.
Concentraciones
por encima de 0.5 kBq/m3 son consideradas dañinas para
la salud humana (ICRP, 1987). Se ha especulado sobre el posible
efecto nocivo del aire de las cuevas para espeleólogos,
el cual es considerado bajo debido al escaso tiempo de permanencia
en las mismas; sin embargo, es admitido que una permanencia continua
bajo tales condiciones tendría severas consecuencias.
La elevada radioactividad característica del aire de las
cuevas y la desintegración radioactiva, acompañan
la ionización del aire y la formación y condensación
de hidroaerosoles y aerosoles sólidos autóctonos
(GADOROS, 1986, 1989). De este modo las sustancias minerales pueden
ser disueltas y una fase sólida es introducida en el aire
de las cuevas. Estas sustancias, transportadas por el flujo de
aire, pueden ser precipitadas y dar origen a muy diversos tipos
de espeleotemas, como crecimientos de yeso y espeleotemas de calcita
tipo "pop-corn", excéntricas y formas coraloides
parietales (KLIMCHOUK et al., 1995). Depósitos y espeleotemas
de sílice, ópalo y goethita son comunes en cuevas
en cuarcitas precámbricas de la Guayana venezolana (URBANI,
1977, 1996; GALAN & URBANI, 1987). Algunos de estos espeleotemas
pueden también haber sido formados por precipitación
de aerosoles
De igual modo las aguas subterráneas
son influidas por la radioactividad natural y sustancias minerales
disueltas, y en los gours y pequeños cuerpos de agua -a
menudo aislados periódicamente de la red de drenaje normal-
es común un bajo contenido de oxígeno disuelto.
En otras ocasiones el ácido sulfúrico ha tenido
considerable importancia en la espeleogénesis y las aguas
kársticas pueden contener altos tenores de sulfatos (AULER,
1995) generando extensos recubrimientos de epsomita y espeleotemas
de yeso y bassanita, como en los casos reportados por GALAN (1996)
para cuevas del estado de Bahia (Brasil); en estas aguas, prácticamente
saturadas en sulfatos, habitan, no obstante, cavernícolas
acuáticos.
La incidencia de estos factores
sobre las formas de vida cavernícolas no ha sido estudiada.
Pero la alta radioactividad natural y las características
del aire podrían incrementar la adversidad del ambiente
profundo para los organismos que lo habitan, con la potencialidad
de alterar las tasas de mutaciones y recombinación genética,
traduciéndose posteriormente en cambios fenotípicos.
3. hábitat subterráneo:
zonación y redefinición
Para referirse al hábitat
subterráneo de los cavernícolas como un ambiente
adverso es necesario tener en cuenta,
en primer lugar, la distribución espacial y la escala de
dimensiones de los vacíos subterráneos. Ello probablemente
implica una redefinición de qué se entiende por
hábitat subterráneo o hipógeo, respecto a
los ambientes de superficie, para los organismos que completan
en él su ciclo de vida. La zonación de los espacios
subterráneos implica colocar límites arbitrarios
a lo que en realidad son gradientes.
Las cavernas, en general, poseen
una zonación física característica. Resumidamente
puede hablarse de dos regiones, subdivididas en 4 zonas distintas.
Una región A, que comprende ambientes subsuperficiales
y transicionales, y una región B, que comprende los ambientes
subterráneos propiamente dichos. La región A comprende
una zona de entrada en penumbra y una zona de transición;
la región B comprende una zona ventilada y una zona profunda
de aire en calma. Esta zonación corresponde aproximadamente
a la propuesta por HOWARTH (1991) para cuevas en lava.
La zona de entrada más superficial,
ubicada en la región A, suele recibir luz durante parte
del día y a menudo se encuentra en ella plantas verdes
y rellenos de materiales orgánicos procedentes del exterior.
Sigue a continuación un sector en penumbra, de variable
extensión, que muestra una gradación en los parámetros
físicos, la cual va acompañada de una gradación
paralela en la vegetación. A medida que se profundiza hacia
la zona oscura la vegetación de plantas vasculares ombrófilas
es seguida por criptógamas y finalmente por películas
de algas. La fauna incluye muchos troglóxenos regulares,
tanto sobre las paredes de roca (asociación parietal de
las cuevas europeas) como entre los bloques y rellenos orgánicos
del suelo, predominando en éstos las formas endógeas.
Esta zona sirve frecuentemente de refugio a muchos invertebrados
epígeos e higrófilos, que acuden a ella en busca
de protección y condiciones más húmedas que
las de superficie. Gran parte de esta fauna se extiende a la siguiente
zona.
Ya en oscuridad total se extiende
otra zona, transicional, desprovista de plantas verdes y caracterizada
por
variaciones climáticas importantes, formando parte de la
región que hemos denominado A. Esta zona es muy
dinámica y de límites ambiguos, está sujeta
a oscilaciones en la humedad atmósferica (diarias o estacionales),
asociadas a la variación de temperatura y al intercambio
de aire con el exterior. La fauna troglóxena predomina
en
esta región. Según el grado de desarrollo y biología
de los organismos, éstos adquieren mayor independencia
con
relación al medio físico; muchos troglóxenos
regulares -tal como dípteros, araneidos, guácharos
y quirópteros-
pueden penetrar profundamente en las cuevas e instalarse en ellas
durante parte de su ciclo de vida.
La región B es en cambio
climáticamente muy poco variable, en total oscuridad y
con humedad relativa igual o muy próxima a valores de saturación.
En ella puede distinguirse: una zona bien aireada o ventilada,
que comprende parte de la red de galerías visitables por
el ser humano (macrocavernas), donde es frecuente la renovación
del aire, y una zona de aire en calma o confinado, de más
lenta renovación, pudiendo presentar altas concentraciones
de CO2 y otros gases (YARBOROUGH, 1978). Esta zona comprende las
partes más profundas de macrocavernas, galerías
terminadas en "cul de sac" y una red de mesocavernas
y vacíos menores, más profundamente incluidos en
la rocacaja. En parte esta zona está constituida por mesocavernas
y espacios menores, no accesibles a la penetración humana.
La región B constituye el hábitat subterráneo
propiamente dicho. En la zona oscura ventilada predominan los
troglófilos; los cavernícolas estrictos o troglobios
ingresan eventualmente en ella si las condiciones de humedad son
adecuadas. La zona oscura de aire en calma, mesocavernas y espacios
menores contiguos a éstas, son el hábitat característico
de los troglobios; los troglófilos son accidentales en
esta zona, ya que habitualmente no son aptos para mantenerse indefinidamente
en ella. Esta zona -profunda- puede por tanto comprender vacíos
en muy diversa posición topográfica, incluso en
la proximidad de la entrada y sector de penumbra.
En nuestra opinión, la definición
ecológica de troglófilos y troglobios, entendida
ésta como la de aquellos seres que completan su ciclo vital
en la caverna (sean facultativos o exclusivos) y están
más o menos adaptados para la vida en ella, debe excluir
la región A, ya que muchos troglóxenos (incluso
accidentales) son capaces de reproducirse y completar su ciclo
de vida en las zonas transicionales. Esto es particularmente cierto
en cuevas tropicales, de grandes bocas e importante volumen, en
las cuales la región A puede tener gran extensión.
En la red tridimensional de espacios
que afecta al volumen de un macizo, HOWARTH (1983) distinguió
tres clases de tamaño biológicamente significativas:
macrocavernas (mayores de 20 cm), mesocavernas (0.1 a 20 cm) y
microcavernas (menores de 0.1 cm). La primera admite grandes vertebrados,
la segunda es caracterizada por un microclima favorable a los
artrópodos cavernícolas, mientras que la tercera
es demasiado pequeña para la mayoría de los artrópodos
cavernícolas. Lógicamente, estos límites
son también aproximados, y dependen a su vez de las dimensiones
de los organismos (incluyendo sus formas larvarias). Pero de modo
general puede decirse que las microcavernas, aunque son recorridas
por el aire y el agua de infiltración, normalmente están
desprovistas de
macroinvertebrados, aunque pueden contener diversos animales microscópicos,
principalmente acuáticos, como ácaros, ostrácodos
y copépodos.
Para la fauna acuática la
zonación indicada es menos significativa, ya que el hábitat
acuático subterráneo puede extenderse hasta la proximidad
de la superficie, bien sea en la zona de infiltración o
en la de surgencia, ya que en su definición no interviene
la atmósfera subterránea. Así, en medio tropical
son frecuentes los casos de peces y crustáceos cavernícolas
cuya distribución acuática prácticamente
llega hasta las entradas y zonas iluminadas, reduciéndose
a su mínima expresión la región transicional.
En resumen, el medio terrestre del
ecosistema subterráneo comprende un ambiente transicional
y otro
verdaderamente hipógeo, subdividido este último
en una zona aireada y otra de aire en calma o menos ventilada.
Proponemos denominar a éstos: Ambiente superficial (el
conjunto de la región A), ambiente intermedio (la zona
aireada), y ambiente profundo ("deep cave" ambiente
= la zona de aire en calma). La posición topográfica
y
extensión de estos ambientes es dependiente de la morfología
del macizo y sus cavidades y del régimen de
intercambio de aire. Entre unos y otros ambientes existen gradientes
y no límites estrictos.
4. Condiciones adversas
del hábitat subterráneo.
En las cavernas, la severidad del
medio se acrecienta al profundizar en él, desde la superficie
hacia el interior de
la roca. Para adaptarse al ambiente subterráneo los organismos
tendrán que superar una serie de gradientes o
barreras, físicas y ecológicas.
La primera barrera la constituye
la oscuridad total. Algunos invertebrados troglóxenos dotados
de quimioreceptores o vertebrados dotados de ecolocación,
podrán superar esta barrera y desplazarse en la zona oscura;
pero la inmensa mayoría de los animales no está
dotada de mecanismos de orientación que les permitan desenvolverse
en oscuridad total. Los animales capaces de visión nocturna
en realidad están adaptados a utilizar bajas intensidades
luminosas, pero son incapaces de ver en oscuridad total.
La segunda barrera es trófica.
Desde un punto de vista alimentario, los cavernícolas son
detritívoros (o carnívoros que predan sobre éstos).
Incluso los considerados carnívoros son omnívoros
o parcialmente detritívoros, al menos durante parte de
su ciclo de vida. Los cavernícolas se alimentan en realidad
de fragmentos de materia orgánica, de origen vegetal y
animal, que ingresan por gravedad y arrastre por las aguas de
infiltración, especialmente coloides y solutos depositados
por las aguas percolantes y depósitos de crecida. A diferencia
de las cavernas, en el medio intersticial y en el edáfico
normalmente está presente un cierto porcentaje de algas
y vegetales, los cuales faltan en las cavernas. Por ello, muchos
representantes del suelo o del intersticial, aparentemente capaces
de desenvolverse en oscuridad, resultan excluidos de las cavernas
por razones tróficas.
La tercera barrera, para los cavernícolas
terrestres, la constituye la elevada humedad relativa, con valores
de saturación o próximos. En invertebrados terrestres,
la adaptación al ambiente húmedo de las cuevas requiere
de intercambios gaseosos a través de la piel y de un incremento
de la permeabilidad relacionada con el control del balance hídrico
corporal, ya que la humedad relativa está por encima del
valor de equilibrio de sus fluidos corporales. Los cavernícolas
terrestres prácticamente viven en un ambiente acuático.
Los cavernícolas acuáticos pueden desplazarse de
unos a otros cuerpos de agua gracias a que la atmósfera
subterránea permanece saturada de vapor de agua. Esta condición
anfibia se presenta en general entre los cavernícolas estrictos.
Adicionalmente, grandes extensiones de las redes subterráneas
pueden resultar inundadas de modo rápido e impredecibe;
y los cavernícolas -terrestres y acuáticos- sobreviven
a las inundaciones. Los movimientos de masas de aire en el interior
de las cuevas son en cambio un factor desfavorable, ya que su
acción desecante produce la deshidratación: mínimas
cantidades de aridez son letales para los troglobios. La reducción
de la cutícula y pérdida de estructuras tegumentarias
(asociada al control del balance hídrico) afecta a ojos
y pigmentación, y es en parte independiente de requerimientos
energéticos (SEMENOVA, 1961; GALAN, 1993). Muchas de las
reducciones de los cavernícolas están pleiotrópicamente
relacionadas y son controladas por vía genética
y hormonal. La elevada humedad de las cavernas juega así
un importante papel en la adaptación de los organismos
al ambiente hipógeo.
Barreras adicionales las constituyen
las habilidades de los organismos para desenvolverse en el ambiente
profundo, donde se acrecientan las condiciones adversas: recursos
tróficos dispersos y escasos; red tridimensional y laberíntica
de vacíos -a menudo con superficies rocosas húmedas
y resbaladizas-; atmósfera saturada con mezcla de gases;
elevada radioactividad natural; niveles subóptimos de CO2
y oxígeno en el aire (HOWARTH, 1993), y bajo contenido
de oxígeno en los cuerpos de agua. Los cavernícolas
deben adaptarse a vivir en estas condiciones de severo stress.
La reducida tasa metabólica de los cavernícolas
probablemente es uno de los mecanismos involucrados para sobrevivir
bajo tales condiciones. Pocos animales pueden explotar el bioma
subterráneo, aún cuando - paradójicamente-
los recursos tróficos puedan ser importantes.
El hábitat subterráneo
es creado y ampliado progresivamente. Este proceso de creación
de vacíos -llamado karstificación- va acompañado
del hundimiento del drenaje y de la formación de galerías
aéreas con atmósfera saturada de vapor de agua.
Para los organismos epígeos de la vecindad inmediata y
de medios transicionales se ofrece un nuevo hábitat, con
cierta cantidad de recursos tróficos, que han sido sustraídos
de los ambientes superficiales. Como toda área nueva, ésta
se ofrece a la colonización de aquellos organismos que
sean capaces de utilizar dichos recursos y posean la aptitud necesaria
para desenvolverse en el nuevo medio. Este es comparativamente
más adverso a medida que se profundiza en él. Pero
a la vez es un medio estable climáticamente, capaz de excluir
a predadores epígeos y parásitos, y que proporciona
recursos que no están siendo utilizados por otros organismos
(baja competencia). Estas ventajas pueden resultar atractivas
para los potenciales colonizadores.
5. Ambientes transicionales
El ecosistema hipógeo no
es un sistema cerrado ni aislado, sino que física y tróficamente
está abierto a
numerosos intercambios con los ecosistemas limítrofes.
Desde un punto de vista energético es un sistema que está
siendo alimentado por un flujo de materia orgánica procedente
de superficie.
Entre la superficie del suelo y
el ambiente profundo de las cuevas se sitúan zonas y ambientes
transicionales. A nivel de los grandes conductos que forman las
macrocavernas visitables por el ser humano ya hemos indicado que
existe un ambiente superficial (región de entrada) y otro
intermedio (con fluido intercambio atmosférico). A menor
escala existe una continuidad entre la red de microcavernas y
fisuras de la roca y otros ambientes creviculares e intersticiales
cuyo tamaño de grano y posición espacial pueden
ser muy variables. Estos ambientes transicionales - con respecto
al cavernícola- y en continuidad física con el mismo,
pueden contener distintos conjuntos faunísticos y las fronteras
entre ellos son muy dinámicas. Con relación a ellos,
el ambiente profundo de las cuevas constituye el caso más
extremo.
5.1. Ambientes transicionales
terrestres
El MSS -medio subterráneo
superficial (JUBERTHIE et al., 1980)- comprende un conjunto de
espacios entre bloques por debajo del suelo y en el contacto con
la roca-caja disgregada (sea ésta caliza o de otra litología),
pero en todo caso de tamaños mayores a 1 mm, por lo que
el MSS suele faltar cuando los espacios entre los fragmentos gruesos
están colmatados por materiales finos, arcillosos, lo que
es común en terreno calcáreo. En el MSS ha sido
encontrada una fauna característica, que comprende tanto
formas epígeas y edáficas como algunos troglobios,
principalmente coleópteros Bathysciinae y Trechinae. Hoy
se conocen casos de especies de estos grupos que habitan en el
MSS y en cavernas indistintamente; sólo en cuevas; o sólo
en el MSS (RACOVITZA, 1983). Entre los Bathysciinae han sido estudiados
casos en los montes Apuseni (Rumania) en los cuales hay una continuidad
entre las cavernas del macizo calcáreo y el MSS; en invierno
las poblaciones son muy abundantes en las cuevas y faltan en el
MSS, mientras que en otoño aumentan los efectivos en el
MSS y disminuyen en las cuevas (RACOVITZA, 1983). Un sistema de
vacíos interconectados similar puede presentarse en áreas
volcánicas (OROMI et al., 1986).
HOWARTH (1983) ha mostrado que formas
troglomorfas como el ortóptero Caconemobius sp. o la araña
Lycosa howarti colonizaron tubos de lava de menos de 6 años
de edad en Kilauea (Hawaii), y que muy diversos cavernícolas
pueden desplazarse y dispersarse a través de este hábitat
fisurado en lava. Además recientemente ha encontrado especies
cavernícolas en un ambiente húmedo existente en
ripio y bloques de lava en taludes de carretera (HOWARTH, 1991).
De modo similar LELEUP (1952, 1956) y GALAN (1993) han mostrado
que existe un medio comparable en zonas de selva tropical de Africa
y Sudamérica, constituido por espacios entre bloques o
coluviones recubiertos por un espeso colchón edáfico.
Este medio es muy rico en materia orgánica y su microclima
es muy húmedo y prácticamente isotérmico
a partir de 1 m de profundidad. Estos medios transicionales, catalogados
como creviculares, son húmedos y oscuros, con fluctuaciones
de la temperatura a tenor de la profundidad y con mayor abundancia
de recursos tróficos que las cuevas, ya que la fuente de
vegetales verdes está muy próxima.
Para los cavernícolas terrestres,
los suelos y su fauna constituyen un ecosistema próximo.
Los suelos están formados por una mezcla de materiales
de origen inorgánico y orgánico. Los primeros son
producto de la meteorización de las rocas y de su transporte
y depósito; los segundos provienen de la descomposición
de la vegetación y restos animales. Las capas del suelo
albergan una fauna edáfica característica. La fauna
de los musgos - muscícola- (VANDEL, 1965), de la hojarasca
del suelo y del humus -humícola o hemiedáfica- (DECU
et al., 1987), y de los horizontes inferiores del suelo -endógea
o edafobia- (COIFFAIT, 1959), ha dado origen también a
cierto número de formas cavernícolas. Algunas de
éstas habitan en las cuevas en biotopos similares a los
de su lugar de procedencia, particularmente en la región
A. Otras han diferenciado formas más modificadas, troglófilas
y troglobias. Esto no debe extrañar ya que en última
instancia, si nos remontamos lo suficiente en el tiempo, todos
los cavernícolas han derivado de epígeos, y es lógico
que la colonización de las cuevas proceda a través
de medios transicionales próximos o paralelos al cavernícola.
Diversos grupos de nemátodos, oligoquetos, moluscos, arácnidos,
crustáceos terrestres, diplópodos, quilópodos,
insectos apterygotos (colémbolos, dipluros, tysanuros)
y pterygotos (principalmente coleópteros) proceden de alguno
de los biotopos edáficos. El medio edáfico es oscuro,
térmicamente fluctuante y de elevada humedad; los habitantes
del suelo (endógeos) viven o cavan sus galerías
en un medio intergranular, próximo a las fuentes de materia
vegetal o a sus primeros estados de descomposición, y en
este medio realizan migraciones verticales para escapar de las
oscilaciones desfavorables a la vez que para aprovechar la diversidad
de nutrientes disponible, que es considerablemente más
elevada que en el ambiente profundo de las cuevas. Aun cuando
las cuevas y el edáfico compartan algunos elementos comunes,
los suelos y su fauna constituyen un ecosistema muy diferente
al cavernícola. Es importante destacar que ningún
investigador a extendido el término troglobio para aplicarlo
a la fauna edáfica.
5.2. Ambientes transicionales
acuáticos
Las marcadas diferencias entre los
ambientes transicionales terrestres y las cuevas han favorecido
que ambos permanezcan como biotopos distintos. No ha ocurrido
lo mismo con el medio acuático intersticial y de hecho
hay toda una escuela de limnólogos que ha extendido el
uso del término stygobio para aplicarlo a los habitantes
de las aguas subterráneas continentales (sean éstas
freáticas, intersticiales, kársticas, o litorales
marinas), con lo cual se ha introducido una considerable confusión
en el terreno bioespeleológico.
La fauna de las aguas freáticas
contiene muy pequeños organismos que habitan los intersticios
entre granos de arena y grava fina. Este medio ha sido denominado
intersticial o hiporrheico (ORGHIDAN, 1959) y su fauna ha sido
llamada intersticial o phreatobia (MOTAS, 1958). La fauna intersticial
está estrechamente relacionada con el tamaño de
los intersticios y de las partículas; en general son organismos
muy pequeños (300 micras a 1 mm), elongados y a la vez
aplanados; la microfauna predominante está constituida
por Rotifera, Gastrotricha, Tardigrada, Nematoda, Ostracoda, y
Copepoda; también suelen presentarse Syncarida, Isopoda,
Amphipoda, Hidrachnella, Limnohalacarida, Oligochaeta, Turbellaria,
e incluso pequeños peces, en zonas endorreicas. La primera
aproximación al estudio del conjunto de la fauna intersticial
es debida a SASSUCHIN et al. (1927) quienes crean una extensa
terminología del psammon (biocenosis de la arena). Las
clasificaciones se han ido complicando progresivamente ya que
existe una enorme diversidad de biotopos intersticiales. Autores
rumanos (ORGHIDAN, 1955; MOTAS, 1962) y germanos (SCHWOERBEL,
1961; KRAUS, 1959) consideran que en el intersticial o hiporrheico
existen dos zonas distintas: una superior con predominio de Hydrachnella
y una zona freática profunda con predominio de Limnohalacarida.
PENNAK & WARD (1986) distinguen el hiporrheico (capa superior,
de aprox. 15 cm, bajo el lecho de ríos), de las aguas subterráneas
adyacentes (intersticial). DELAMARE-DEBOUTTEVILLE (1960) prefiere
utilizar Terrenos permeables en pequeño, para diferenciar
al intersticial de los Terrenos permeables en grande (acuíferos
en fisuras y conductos). Hoy se acepta prácticamente como
sinónimos a todos los términos anteriores, que referiremos
como intersticial, aunque teniendo presente que hay una enorme
diversidad de situaciones a tenor del tamaño de grano del
sedimento, de su posición en el acuífero y de la
velocidad de flujo del agua, cuyos cambios determinan migraciones
verticales y laterales de fauna.
De modo general, en el intersticial
la luz decrece rápidamente con la profundidad y a aproximadamente
10 cm
de profundidad el medio es oscuro. No suele haber plantas verdes
en la zona inferior, pero sí en la superior. La
temperatura muestra -según el clima- una cierta amplitud
diaria y estacional, decreciendo con la profundidad. Igualmente
es variable y decreciente la concentración de oxígeno
disuelto. Normalmente a 30 cm de profundidad hay muy poco oxígeno:
5-1 mlgr/lt dependiendo de la temperatura y época del año
(WILLIAMS & HYNES, 1974; 8 WHITTMANN & CLARK, 1982); ésto
en parte es debido a la gran cantidad de materia orgánica
en descomposición, la cual determina altos niveles de reducción,
decreciendo el O2 disuelto y limitando las posibilidades de vida.
La distribución y abundancia
de la fauna intersticial son dependientes del biotopo. DANIELOPOL
& ROUCH (1991) han encontrado en ostrácodos una correlación
entre su tamaño y el tamaño de grano del sedimento,
y entre la abundancia de animales y la concentración de
oxígeno. En la distribución de meiofauna -especialmente
copépodos Harpacticoida- ROUCH et al. (1989) han encontrado
que ésta prefiere algunas situaciones topográficas,
como bancos de grava, y evita zonas con reducido contenido de
oxígeno disuelto y áreas de alta velocidad del agua.
La fauna intersticial en su conjunto difiere de la cavernícola,
aunque hay casos en que alguno de los biotopos intersticiales
comparte elementos comunes, como p.ej. isópodos Stenasellus
o anfípodos Niphargus en Europa. No obstante, generalmente
se trata de especies distintas del mismo género, siendo
más estenotermas y alcanzando mayor talla las cavernícolas.
En ocasiones la misma especie stygobia habita simultáneamente
en aguas kársticas e intersticiales, como es ejemplificado
por algunas especies del género Pseudoniphargus (NOTENBOOM,
1986).
MATHIEU & TURQUIN (1992) han
mostrado que en los grupos de stygobios con representación
simultánea en cuevas y en el intersticial hay un proceso
de adaptación diferencial, estrechamente dependiente de
las condiciones ecológicas del biotopo. La estrategia de
vida de las formas cavernícolas está relacionada
con un medio en el que las variaciones del ciclo hidrológico
son relativamente drásticas (con frecuentes sequías
de verano), el espacio de vida es amplio, el suplemento de comida
bajo, y se producen pocos cambios en factores ambientales tales
como la temperatura. La estrategia de las formas intersticiales
es diferente, debido a que es un medio que nunca se seca, el alimento
es abundante, los cambios térmicos son mucho más
importantes, y el espacio intergranular en el sedimento es reducido.
Ello determina diferencias fisiológicas y anatómicas
entre los representantes de ambos medios.
Del mismo modo, existe una completa
transición que va desde la fauna marina litoral, a la dulceacuícola
intersticial y a la cavernícola. Muchos cavernícolas
acuáticos de origen marino han seguido esta vía
para colonizar las cuevas. Diversos autores (YAGER, 1981, 1987;
PALMER, 1986; ILIFFE, 1990) reportan la existencia de un medio
crevicular que conecta ambientes marinos con el hábitat
anchihalino de los blue-holes y cuevas litorales mixohalinas (HOLTHUIS,
1973); en él la presencia de algas y fitoplancton puede
también ser importante o, en todo caso, existe una fuente
próxima de vegetales verdes. A tenor del tamaño
de las fisuras y espacios, la fauna de estos ambientes puede ser
muy afín a la cavernícola. Finalmente, otros grupos
de organismos acuáticos han colonizado a las cuevas a partir
de las aguas epígeas directamente, como ha ocurrido con
la mayoría de los peces cavernícolas (WILKENS, 1988;
TRAJANO, 1989; ANDRIANI, 1990; PEREZ & VILORIA, 1994).
6. Diferencias entre zonas
tropicales y templadas
Hasta 1970 eran sumamente escasos
los troglobios conocidos en zonas tropicales y cuevas lávicas.
Se pensaba que esta ausencia de cavernícolas estrictos
en cuevas tropicales era debida a la falta de grandes oscilaciones
climáticas durante el Pleistoceno en los trópicos
(VANDEL, 1965; BARR, 1968; MITCHELL, 1969), mientras que en zonas
templadas ocurrían las glaciaciones, las cuales eliminaban
de la superficie las anteriores poblaciones de tipo subtropical
y tropical. En esta visión, se consideraba necesario la
eliminación de las poblaciones de superficie para producir
el aislamiento de las poblaciones cavernícolas, las cuales
podrían entonces especiarse alopátricamente y evolucionar
como troglobios. En esta concepción, la fauna troglobia
era considerada relictual: había podido sobrevivir a las
fluctuaciones climáticas gracias a haber encontrado refugio
en el estable ambiente de las cuevas, mientras que en superficie
las condiciones de vida se tornaban desfavorables y provocaban
o bien la migración a otras áreas o bien la extinción.
Por ello se creía que los troglobios eran especies longevas
y eran considerados relictos filogenéticos: los únicos
supervivientes de antiguos linajes y auténticos "fósiles
vivientes". Sus convergentes caracteres troglomorfos, más
que una adaptación a las cuevas, eran considerados caracteres
degenerativos propios de una etapa final -senescente- en la evolución
de sus linajes respectivos.
En las tres últimas décadas
ha sido descubierta una abundante y diversa fauna troglobia en
cuevas tropicales, en islas de reciente origen y en jóvenes
cuevas de lava, de América Latina, Africa, Sudeste Asiático
e islas del Pacífico. En algunos casos ha podido demostrarse
una escasa antigüedad de las cavernas en algunas de estas
regiones y, por consiguiente, ha quedado firmemente establecido
que la evolución troglobia no necesariamente requiere mucho
tiempo. A la vez, y a diferencia de las zonas templadas, muchos
cavernícolas especializados de los trópicos conviven
parapátrica o simpátricamente con formas epígeas
de sus mismos linajes, es decir, poseen parientes epígeos
taxonómica y geográficamente muy próximos.
La fauna de numerosas cuevas estudiadas en los trópicos
muestra ejemplos tanto de formas relictas como otros no-relictuales
(CHAPMAN, 1986; PECK, 1986; HOWARTH, 1983, 1986; GALAN, 1995;
entre otros), de lo que se deduce que la evolución troglobia
no sólo puede haber ocurrido en el pasado sino que también
ocurre activamente en la actualidad.
Hoy la principal diferencia entre
cavernícolas de zonas tropicales y templadas reside en
sus proporciones en el conjunto de la fauna cavernícola
de una región. En general, la biomasa y diversidad en las
cuevas tropicales es mucho más alta que en zonas templadas,
como también lo es en los ambientes de superficie. Pero
la proporción en número de especies de las distintas
categorías es en cambio, comparativamente, muy diferente.
La proporción troglobios/troglófilos es considerablemente
más elevada en zonas templadas. Aproximadamente esta proporción
en cuevas de Europa es de 0.5 o mayor mientras que en los trópicos
puede variar entre 0.1 y 0.05, o incluso menor. Un ejemplo numérico
representativo: en cuevas de Gipuzkoa (Pirineos Vascos, entre
España y Francia) hay 102 especies troglobias y 84 troglófilas
(pr=0.55); en cuevas del norte de Venezuela hay 25 especies troglobias
y 250 troglófilas (pr=0.10) (GALAN, 1993; 1995).
La menor abundancia relativa de
troglobios en los trópicos podría ser debida a la
mayor abundancia de recursos nutritivos en las cuevas tropicales
(especialmente guano), lo cual tendría el efecto de inhibir
la especialización troglobia (HAMILTON-SMITH, 1971; CULVER,
1982). En los trópicos muchas cuevas son eutróficas
o mesotróficas, siendo más escasas las oligotróficas,
mientras que en zona templada la gran mayoría de las cuevas
son oligotróficas. Esta hipótesis considera que
la adquisición de troglomorfismos es en parte un proceso
compensador de economía energética: en un ambiente
donde el alimento es abundante los animales no necesitan reducir
ojos o pigmentos u otras estructuras para desarrollar apéndices
elongados y mayor número de elementos quimioreceptores
y tactiles, lo cual sería el caso en cuevas tropicales,
mientras que en cuevas templadas, donde el alimento es escaso
y la temperatura más baja, los animales deben economizar
energía en unos procesos para destinarla a otros, y de
ese modo surgirían las reducciones estructurales características
de los troglobios (SKET, 1985; HÜPPOP, 1986).
Sin embargo, detalladas investigaciones
han mostrado que en los trópicos existen tanto cuevas eutróficas
como mesotróficas y oligotróficas. Una misma cavidad
puede contener secciones eutróficas junto a grandes extensiones
oligotróficas. Generalmente los grandes rellenos de materia
orgánica y guano presentes en cuevas tropicales se encuentran
en secciones del ambiente superficial o del intermedio, mientras
que el ambiente profundo es predominantemente oligotrófico,
y comparativamente muy semejante al ambiente de cuevas templadas.
Los troglobios tropicales han sido encontrados tanto en ambientes
oligotróficos como eutróficos y no puede decirse
que exista una regla clara que relacione la presencia de troglobios
con la escasez de recursos nutritivos. También cabe señalar
que muchas cavidades o secciones de éstas en cuevas tropicales
son consideradas eutróficas por la presencia de grandes
rellenos de guano de quirópteros o de guácharos;
estas cuevas sostienen una abundante y diversa fauna guanobia
característica, con hasta más de 100 especies distintas
de invertebrados en el caso del guano de guácharos (DECÚ
et al,. 1987; HERRERA, 1995). Pero tales biocenosis, propias del
guano más que de la caverna en sí, faltan en las
cuevas no-guaníferas. Es decir, la existencia de guano,
más que enriquecer de nutrientes al conjunto del ecosistema
hipógeo, lo que hace es crear una biocenosis adicional
en las cuevas que lo presentan. Los cavernícolas estrictos
pueden o no beneficiarse, indirectamente, de la presencia de fauna
guanobia.
Todo ello lleva a pensar que, aunque
en los trópicos existe mayor diversidad y biomasa en los
ecosistemas, la
colonización y adaptación de los animales a la vida
cavernícola es un fenómeno general, que ocurre en
toda región y litología donde el hábitat
cavernícola esté disponible.
La existencia en muchas cuevas tropicales
de troglobios que poseen parientes epígeos cercanos hace
pensar que el relictualismo en la fauna cavernícola es
un fenómeno secundario. Más que relictos aislados
en las cuevas por cambios climáticos, los troglobios parecen
haberse transformado en formas altamente especializadas precisamente
para poder explotar los recursos del ambiente profundo de las
cuevas.
La frecuente recolección
de troglobios en el ambiente profundo, mesocavernas y espacios
menores, sugiere que
éste es su hábitat preferente y que en él
se da la especialización troglobia. La presencia -circunstancial-
de troglobios en macrocavernas y galerías amplias indica
que éstas son habitadas por los troglobios a partir del
ambiente profundo y no son por tanto el biotopo en el cual ocurre
la troglobización.
Una diferencia importante entre
cuevas tropicales y templadas radica en la extensión relativa
de los distintos ambientes subterráneos. Como regla general
ocurre un fenómeno climático; en los trópicos
la oscilación térmica diaria es mucho más
importante que la oscilación estacional. Asociado al cambio
térmico y barométrico diario, en las cuevas tropicales
son frecuentes los desplazamientos de masas de aire y los efectos
desecantes. A la vez, debido a su mayor temperatura, en las cuevas
tropicales en caliza las tasas de disolución y evaporación
de la calcita son más elevadas. Esto hace que sean excavadas
galerías de gran volumen y que en ellas los depósitos
de travertino y espeleotemas sean también grandes. En comparación
con cuevas de zona templada, el diámetro promedio de galerías
y conductos en las cuevas tropicales es varias veces mayor que
en las templadas.Los movimientos de aire y el efecto desecante
son mayores en cuevas de amplias bocas y galerías de gran
volumen, y ésto hace que el ambiente intermedio posea gran
extensión. Es este ambiente, propicio para los troglófilos
y sólo temporal o parcialmente usado por los troglobios,
el que predomina en zonas tropicales. En zona templada, en cambio,
el ambiente profundo es predominante y de gran extensión,
mientras que el ambiente intermedio suele ser reducido. Esta diferencia
en la extensión de los distintos ambientes probablemente
influya en las proporciones encontradas entre troglobios y troglófilos
en cuevas tropicales y templadas.