Los buenos líderes están llamados a desarrollar una nueva cepa de líderes nuevos, capaces de enfrentar proyectos de futuro y de vanguardia. Un buen líder debe ser comedido y sobre todo debe saber escuchar. Se escuchan las opiniones, no importa cuán descabelladas pudieran parecer, se ponderan, se filtran, se analizan y se les aplica si son de utilidad. Sin embargo, cuando las ideas planteadas no son necesarimente de utilidad, se busca la manera de transformarlas, redirigirlas, reconformarlas y ajustarlas a la realidad imperante para que de ellas se pueda obtener algún provecho. Los líderes verdaderos saben discernir qué proyectos se necesitan para hacer crecer la organización. De igual manera, si no está a su alcance establecer proyectos de crecimiento utilizan los recursos a su alrededor para que esto ocurra.
En ocasiones es prudente para un líder echarse a un lado y crear espacio para nuevos y más productivos retoños. Los líderes que permanecen por demasiado tiempo en una posición terminan por creerse que son absolutamente necesarios para la organización y no estimulan el cambio y el flujo de ideas nuevas. El cambio no ocurre a veces porque es más cómodo elegir la misma persona una y otra vez. Permanecer estáticos en una posición de liderato se constituye en una vía de escape, en una forma de alejarse de la responsabilidad de los demás. Un buen líder tiene que poseer la capacidad de reconocer cuando su fuente de ideas se ha secado, o su influencia en los demás no es la más conveniente a la organización y sus miembros. Un buen líder tiene la valentía de reconocer sus errores y la fortaleza para delegar y para desarrollar las personas que a medio o largo plazo tomaran las riendas de la organización.
El liderato estático solo promueve eso: inmovilidad. Si no hay movimiento no hay camino que recorrer. El líder que piensa para sí mismo deja de ser parte de un equipo de trabajo. El líder que entiende que la organización no podrá operar sin su presencia ha dibujado un círculo de ineficiencia a su alrededor y no ha tomado en serio su trabajo. El líder que no cree en desaroollar otras personas para dirigir solo concentra su energía en su ego. Nada de esto puede resultar de benefico para la organización. Existen líderes inamovibles que erosionan la imagen de su organización sin pretenderlo o haciéndolo consciente e incompetentemente.
Sabemos que es necesario un periodo de tiempo razonable para desarrollar proyectos. El cambio con demasiado frecuencia no necesariamente es signo de una democracia participativa si el líder entrante no da seguimiento a las ideas de su predecesor. En algunas organizaciones este tiempo razonable puede significar un cambio cada dos, cuatro, seis u ocho años. Lo que no es aceptable es la permanencia saecula saeculorum (por los siglos de los siglos) como si se tratara de un vampiro. Un líder consciente sabe decir basta ya. Pero antes es su responsabilidad desarrollar las bases para que la inmovilidad no ocurra y para que exista una transferencia ordenada y justa de su liderato.
Decía el insigne militar, estadista y prócer uruguayo, José Gervasio Artigas, -"Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana"-. Este decir es impactante, poderoso y describe cuál debe ser la actitud de un líder verdadero. Porque el liderato lo reconocen los miembros de la organización y son ellos los legítimamente llamados a cesar las ambiciones del líder. Los líderes humildes comprenden que hay tiempo y hay tiempo. Cuando la organización se torna inamovible, estancada y sin progreso real es tiempo de cambio, es tiempo de sangre nueva y es tiempo de retirarse con honor. La espada se entrega a otro líder, no se usa contra sus propios soldados.
Los tiempos cambian. Es necesario adecuarse a ellos y hacer florecer el liderato dentro de cada organización. Solo cuando seamos conscientes de nuestras fortalezas, debilidades y limitaciones estaremos en condición de aceptar que debemos cambiar para bien, aceptando que fuimos útiles como líderes y que seremos más útiles aún como seguidores. O cambias o desapareces. Brindemos el espacio para el desarrollo saludable de nuestras organizaciones. Brindemos la oportunidad para que otros puedan saborear la responsabilidad que supone una posición de liderato. Seamos como Artigas, cediendo nuestro liderato, poder y ambiciones ante la presencia soberana de quienen tuvieron a bien escogernos como líderes.